domingo, 17 de octubre de 2010

otoño • 5




Si tuviese que hablar de mi primer año fuera de casa, de la universidad y de la nueva ciudad creo que solo podría describirlo con una palabra, nefasto. En general fue un curso de muchos cambios, gente que iba y venía, mal entendidos, días grises en los que uno tras otro habían lágrimas causadas por diversos motivos. Sólo al final del curso fue cuando llegó la primavera, el sol, las risas y las ganas de volver a sonreír. Seguía teniendo miedo a la soledad ya que nos volvimos íntimas amigas, intentaba evitar el momento de volver a aquella habitación y si no había remedio silenciarla con la música o con voces.
Esas personas que me ayudaron tanto en aquella época, sin juicios y con comprensión me sacaron de aquel agujero, poco a poco nos descubrimos, también me acerqué a nuevos amigos, a su sombra la dejé ir y pasé uno de los mejores veranos de mi vida.
Segundo de carrera fue mejor aún, ya no tenía miedo y había días enteros en los que no paraba de reír haciendo que me doliera el estomago.
Ahora ha llegado tercero cambiando toda la rutina y qué puedo decir, a mi lado siguen esas personas que me alegran cada día, me abrazan y me apoyan. Han llegado nuevas también y parece que todo va viento en popa, soy muy feliz y a lo que aún falta por arreglar espero darle toda mi dedicación para poder remediarlo.

2 comentarios:

  1. es difícil hoy en día encontrar gente que "siga ahí" a las duras y a las maduras. Me alegro que cada año haya ido mejorando ;)

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  2. Los cambios siempre cuestan e irse a estudiar fuera es no es fácil.
    El sitio es muy bonito! ahora me mismo me comería una galleta y chocolate...pero como hya que mantener la linea solo me permito cosas así en el desayuno :)

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